[Por Juan Fernando González para http://www.saludymedicinas.com.mx/]
“Salir del clóset” sigue siendo un proceso difícil para lesbianas y homosexuales, pues a pesar de que hay mayor aceptación social a sus preferencias sexuales, son comunes el temor a ser rechazado por los padres, conflictos de autoaceptación y miedo a la discriminación.
Mucha gente cree que el número de homosexuales ha crecido en forma exponencial en los últimos años, cuando lo que sucede es que cada vez se respetan más los derechos de los individuos que conforman esta comunidad y ganan espacios que hasta hace poco les eran negados.
Hoy es común ver a individuos de la comunidad lésbico-gay desempeñando todo tipo de actividades, pues de igual forma se dedican a la investigación científica que al deporte, arte o política, aunque para nadie es un secreto que todavía falta mucho camino por recorrer y para desterrar los conceptos discriminatorios y homofóbicos tan característicos de nuestra sociedad.
Hay que entender algo: quien se descubre homosexual es un individuo que aún sufre sobremanera, ya que todos los mensajes con que se topa cotidianamente en su hogar, calle, escuela o medios de información lo sitúan como alguien “diferente” a la mayoría, en ocasiones incluso como un ser “anormal y casi monstruoso” que no tiene cabida en el planeta.
Todo en contra
Se sabe que no existe una educación sexual adecuada en México y mucho menos una que se dirija a quien tiene orientación homosexual o lésbica. Eso configura un escenario en el que “no sabes qué hacer cuando empiezas a sentir atracción por alguien de tu mismo sexo, aunque intuyes que si te gusta un compañerito de la escuela y se entera, te van a ver mal. Lo mismo ocurre cuando quieres contárselo a tu mamá, pero adivinas que si lo haces se avergonzará de ti”.
Así habla en charla exclusiva con saludymedicinas.com.mx Hernán Paniagua Ávalos, filósofo y psicólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, localizada en la capital del país) que conoce a profundidad este tema no sólo por las áreas de estudio que ha explorado, sino también porque él mismo se asume como una persona homosexual.
Los gays, dice el entrevistado, no tienen un modelo a seguir como ocurre con el resto de la población, y la construcción de su erotismo no pasa por la socialización, lo que hace que todo se maneje de forma oculta y callada. De hecho, el discurso institucionalizado y dominante se refiere únicamente a los derechos heterosexuales.
Hay que destacar, dice el especialista, que la confrontación social en la que vive un gay genera mucho estrés, pues “todo el tiempo hay que estar pensando: ‘no se me debe notar, porque de lo contrario me van a maltratar y no tendré amigos’; es por ello que la persona anda por la vida cuidando el más mínimo detalle para que no se transparente su orientación sexual. Es tanta su preocupación que incluso puede generar una especie de paranoia, la cual desaparecerá cuando entienda que no es tan importante ser homosexual”, afirma.
Al preguntarle al también coordinador académico de la Agencia de Noticias sobre Diversidad Sexual (Anodis) si la formación académica o la posición socioeconómica de una persona son determinantes para que pueda asumir mejor su preferencia sexual y su rol en la comunidad, responde: “Lo primero que puedo decir es que una persona con baja escolaridad difícilmente tendrá referentes. En mi caso, al estudiar psicología descubrí que ser homosexual no me convierte en un bicho raro y no es pecaminoso. Tener un grado profesional puede dejarte ver otros horizontes, pero no hay garantía de que eso sucederá siempre”.
Abunda el entrevistado: “Un ejemplo contrario es el de algunas regiones no urbanas que se manejan de acuerdo con tradiciones y conocimientos propios. Entre los huicholes (indígenas que habitan Nayarit y Jalisco, en el occidente de México), por ejemplo, un homosexual es bienvenido y no sufre para adaptarse porque la sociedad le da el lugar que le corresponde. De esa manera, lo mismo cuidará a los niños que desempeñará labores propias de un chamán”.
¿Cómo se lo digo a mi familia?
Una idea que puede servir a quien tenga temor de hablar sobre sus preferencias eróticas con sus padres es seguir la recomendación que marca la psicoterapeuta Marina Castañeda en su libro La experiencia homosexual.
Se trata, refiere Paniagua Ávalos, de seguir una estrategia en la que haya aproximaciones sucesivas, lo que significa que el individuo aborde el tema primero con sus amigos, pues es más fácil soportar el rechazo de ellos que el de los padres. Si todo va bien, entonces puede “subir un grado” en la escala de dificultad y decírselo a sus hermanos o algún tío o tía, hasta llegar a la “prueba de fuego” que son los padres.
“Hay muchos hombres y mujeres homosexuales que desarrollan toda su vida al margen, es decir, llegan a los 30 años con ausencia de sexualidad. Los padres no conocen al novio de su hija o a la novia de su hijo, y con el tiempo dejan de preguntarle: ‘¿cuándo te casas?’ o ‘¿cuándo nos presentas a tu pareja?’ Esto lleva al individuo a considerar que su orientación sexual es obvia y que no se necesita hablar de ello”, detalla el experto.
Sin embargo, esta postura no es la más recomendable ya que la madre, el padre, o ambos, tendrán siempre la esperanza de que su hijo no sea homosexual y construirán una serie de explicaciones al respecto. Hay que destacar, dice Hernán Paniagua, que esto no es un acto de homofobia como tal, sino una actitud comprensible debido a que los padres quieren que sus hijos tengan una vida perfecta y sean aceptados en cualquier lugar.
“El chico o la chica prefiere pensar: ‘¿para qué les digo, si ya lo imaginan?’ Esto tiene la ventaja de que no habrá cuestionamientos ni confrontación; no obstante, se genera un gran inconveniente: se sufrirá falta de vinculación permanente con el núcleo familiar”, explica el filósofo y psicoterapeuta.
Lo anterior “rompe con la idea de que un homosexual que está muy ligado a su madre o padre ha resuelto el conflicto, porque en realidad su vínculo está a medias: hay cosas de las que no puede hablar con ellos y eso es lacerante. Entonces, para compensar ese distanciamiento, los homosexuales construyen con los amigos lo que se denomina familia de elección, un círculo muy fuerte en la comunidad gay que brinda apoyo sin enjuiciar los actos de los demás”, apunta.
“Está bien, pero que no se te note”
Quien se encuentra en la disyuntiva de hablar abiertamente con los miembros de su familia acerca de su elección sexual estudia el terreno como si se tratara de un campo de batalla. Entonces, analiza el lenguaje familiar en relación con la homosexualidad y, si encuentra expresiones homofóbicas constantes, deduce que lo más seguro es que la noticia que intenta expresar caiga “como bomba”. En contraparte, quien casi no detecta comentarios de este tipo piensa que todo será más tranquilo y tendrá grandes posibilidades de ser comprendido al “salir del clóset”.
Empero, no hay garantía de que una u otra cosa sucedan, dice Paniagua Ávalos, por la sencilla razón de que “una cosa es la concepción que tenga la familia de la homosexualidad como algo ambiguo, impersonal y que ‘no tiene que ver con nosotros y no nos sucederá’, y otra muy distinta cuando la evaluación recae en alguien a quien conocemos y tratamos cotidianamente. Si el asunto está ligado con un hijo, entonces debemos asumir que la opinión que se tenga sobre su conducta sexual estará determinada por la cercanía emocional y la historia familiar”.
De allí se deriva que, en la mayoría de los casos, los padres acepten a su hijo después de asimilar la sorpresa y luego le hagan ver que está bien ser gay “mientras no lleve a su pareja a la casa”, a la vez que se le pide que haga lo posible para que no se enteren los vecinos, el tío fulano o la tía mengana, porque “dejaría mal parada a la familia”.
Una variante de esta situación, que se puede experimentar en círculos más cerrados, es que la familia le pida al chico o chica que se vaya de la casa. Con el paso del tiempo se podrá reconsiderar su situación y aceptar que regrese, pero con las mismas condiciones mencionadas.
Apoyo especializado, deseable
Los especialistas consideran que la ayuda psicológica para tratar este tipo de situaciones puede ser muy útil, pero hay que dejar en claro que no es porque el individuo se encuentre enfermo, sino en razón de que puede necesitar una voz autorizada que le haga comprender que ser gay no es ni bueno ni malo, y que todo el mundo tiene el derecho de ser y sentir como más le agrade.
Así lo considera el terapeuta de Anodis, quien establece que la labor de los profesionales es determinante para que el paciente deje de pensar que es un monstruo y está solo en el mundo. “El especialista le ayuda a comprender que lo que le sucede es normal, y para ello le da información que le hará reflexionar. Por ejemplo, le explica que 95% de las personas han tenido fantasías homosexuales en algún momento de su vida, o que gran parte de la población ha tenido relaciones con individuos de su mismo sexo, aunque no se consideren gays”.
Con este tipo de datos y mucho trabajo, dice el entrevistado, es posible normalizar la situación y recuperar la tranquilidad, al tiempo que se reducen ansiedad y angustia. Esto es básico para que la persona empiece a socializar.
Finalmente, Paniagua Ávalos comenta que la comunidad gay es una minoría social activa que se comunica y tiene la función de generar nuevas ideas. “Parece pomposo, pero la obligación de este grupo es innovar los roles de género para que la sociedad respire y no se destruya”.
Concluye el experto: “Si vemos hacia el futuro, creo que el colectivo lésbico, gay, bisexual y transexual desaparecerá, pero ello sucederá en el momento en que la sociedad institucionalice el discurso de esta comunidad y la confrontación termine. Cuando eso pase no habrá necesidad de encapsular al ghetto gay, y de esa manera se perderá la necesidad de etiquetarse como homosexual o bisexual, o de enarbolar la bandera del arco iris, ya que no tendría sentido porque no habría discriminación. Claro, eso se escucha muy bien, pero seguramente encontraremos algunas nuevas formas de segregación, ya que somos muy creativos para ello”.
“Salir del clóset” sigue siendo un proceso difícil para lesbianas y homosexuales, pues a pesar de que hay mayor aceptación social a sus preferencias sexuales, son comunes el temor a ser rechazado por los padres, conflictos de autoaceptación y miedo a la discriminación.
Mucha gente cree que el número de homosexuales ha crecido en forma exponencial en los últimos años, cuando lo que sucede es que cada vez se respetan más los derechos de los individuos que conforman esta comunidad y ganan espacios que hasta hace poco les eran negados.
Hoy es común ver a individuos de la comunidad lésbico-gay desempeñando todo tipo de actividades, pues de igual forma se dedican a la investigación científica que al deporte, arte o política, aunque para nadie es un secreto que todavía falta mucho camino por recorrer y para desterrar los conceptos discriminatorios y homofóbicos tan característicos de nuestra sociedad.
Hay que entender algo: quien se descubre homosexual es un individuo que aún sufre sobremanera, ya que todos los mensajes con que se topa cotidianamente en su hogar, calle, escuela o medios de información lo sitúan como alguien “diferente” a la mayoría, en ocasiones incluso como un ser “anormal y casi monstruoso” que no tiene cabida en el planeta.
Todo en contra
Se sabe que no existe una educación sexual adecuada en México y mucho menos una que se dirija a quien tiene orientación homosexual o lésbica. Eso configura un escenario en el que “no sabes qué hacer cuando empiezas a sentir atracción por alguien de tu mismo sexo, aunque intuyes que si te gusta un compañerito de la escuela y se entera, te van a ver mal. Lo mismo ocurre cuando quieres contárselo a tu mamá, pero adivinas que si lo haces se avergonzará de ti”.
Así habla en charla exclusiva con saludymedicinas.com.mx Hernán Paniagua Ávalos, filósofo y psicólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, localizada en la capital del país) que conoce a profundidad este tema no sólo por las áreas de estudio que ha explorado, sino también porque él mismo se asume como una persona homosexual.
Los gays, dice el entrevistado, no tienen un modelo a seguir como ocurre con el resto de la población, y la construcción de su erotismo no pasa por la socialización, lo que hace que todo se maneje de forma oculta y callada. De hecho, el discurso institucionalizado y dominante se refiere únicamente a los derechos heterosexuales.
Hay que destacar, dice el especialista, que la confrontación social en la que vive un gay genera mucho estrés, pues “todo el tiempo hay que estar pensando: ‘no se me debe notar, porque de lo contrario me van a maltratar y no tendré amigos’; es por ello que la persona anda por la vida cuidando el más mínimo detalle para que no se transparente su orientación sexual. Es tanta su preocupación que incluso puede generar una especie de paranoia, la cual desaparecerá cuando entienda que no es tan importante ser homosexual”, afirma.
Al preguntarle al también coordinador académico de la Agencia de Noticias sobre Diversidad Sexual (Anodis) si la formación académica o la posición socioeconómica de una persona son determinantes para que pueda asumir mejor su preferencia sexual y su rol en la comunidad, responde: “Lo primero que puedo decir es que una persona con baja escolaridad difícilmente tendrá referentes. En mi caso, al estudiar psicología descubrí que ser homosexual no me convierte en un bicho raro y no es pecaminoso. Tener un grado profesional puede dejarte ver otros horizontes, pero no hay garantía de que eso sucederá siempre”.
Abunda el entrevistado: “Un ejemplo contrario es el de algunas regiones no urbanas que se manejan de acuerdo con tradiciones y conocimientos propios. Entre los huicholes (indígenas que habitan Nayarit y Jalisco, en el occidente de México), por ejemplo, un homosexual es bienvenido y no sufre para adaptarse porque la sociedad le da el lugar que le corresponde. De esa manera, lo mismo cuidará a los niños que desempeñará labores propias de un chamán”.
¿Cómo se lo digo a mi familia?
Una idea que puede servir a quien tenga temor de hablar sobre sus preferencias eróticas con sus padres es seguir la recomendación que marca la psicoterapeuta Marina Castañeda en su libro La experiencia homosexual.
Se trata, refiere Paniagua Ávalos, de seguir una estrategia en la que haya aproximaciones sucesivas, lo que significa que el individuo aborde el tema primero con sus amigos, pues es más fácil soportar el rechazo de ellos que el de los padres. Si todo va bien, entonces puede “subir un grado” en la escala de dificultad y decírselo a sus hermanos o algún tío o tía, hasta llegar a la “prueba de fuego” que son los padres.
“Hay muchos hombres y mujeres homosexuales que desarrollan toda su vida al margen, es decir, llegan a los 30 años con ausencia de sexualidad. Los padres no conocen al novio de su hija o a la novia de su hijo, y con el tiempo dejan de preguntarle: ‘¿cuándo te casas?’ o ‘¿cuándo nos presentas a tu pareja?’ Esto lleva al individuo a considerar que su orientación sexual es obvia y que no se necesita hablar de ello”, detalla el experto.
Sin embargo, esta postura no es la más recomendable ya que la madre, el padre, o ambos, tendrán siempre la esperanza de que su hijo no sea homosexual y construirán una serie de explicaciones al respecto. Hay que destacar, dice Hernán Paniagua, que esto no es un acto de homofobia como tal, sino una actitud comprensible debido a que los padres quieren que sus hijos tengan una vida perfecta y sean aceptados en cualquier lugar.
“El chico o la chica prefiere pensar: ‘¿para qué les digo, si ya lo imaginan?’ Esto tiene la ventaja de que no habrá cuestionamientos ni confrontación; no obstante, se genera un gran inconveniente: se sufrirá falta de vinculación permanente con el núcleo familiar”, explica el filósofo y psicoterapeuta.
Lo anterior “rompe con la idea de que un homosexual que está muy ligado a su madre o padre ha resuelto el conflicto, porque en realidad su vínculo está a medias: hay cosas de las que no puede hablar con ellos y eso es lacerante. Entonces, para compensar ese distanciamiento, los homosexuales construyen con los amigos lo que se denomina familia de elección, un círculo muy fuerte en la comunidad gay que brinda apoyo sin enjuiciar los actos de los demás”, apunta.
“Está bien, pero que no se te note”
Quien se encuentra en la disyuntiva de hablar abiertamente con los miembros de su familia acerca de su elección sexual estudia el terreno como si se tratara de un campo de batalla. Entonces, analiza el lenguaje familiar en relación con la homosexualidad y, si encuentra expresiones homofóbicas constantes, deduce que lo más seguro es que la noticia que intenta expresar caiga “como bomba”. En contraparte, quien casi no detecta comentarios de este tipo piensa que todo será más tranquilo y tendrá grandes posibilidades de ser comprendido al “salir del clóset”.
Empero, no hay garantía de que una u otra cosa sucedan, dice Paniagua Ávalos, por la sencilla razón de que “una cosa es la concepción que tenga la familia de la homosexualidad como algo ambiguo, impersonal y que ‘no tiene que ver con nosotros y no nos sucederá’, y otra muy distinta cuando la evaluación recae en alguien a quien conocemos y tratamos cotidianamente. Si el asunto está ligado con un hijo, entonces debemos asumir que la opinión que se tenga sobre su conducta sexual estará determinada por la cercanía emocional y la historia familiar”.
De allí se deriva que, en la mayoría de los casos, los padres acepten a su hijo después de asimilar la sorpresa y luego le hagan ver que está bien ser gay “mientras no lleve a su pareja a la casa”, a la vez que se le pide que haga lo posible para que no se enteren los vecinos, el tío fulano o la tía mengana, porque “dejaría mal parada a la familia”.
Una variante de esta situación, que se puede experimentar en círculos más cerrados, es que la familia le pida al chico o chica que se vaya de la casa. Con el paso del tiempo se podrá reconsiderar su situación y aceptar que regrese, pero con las mismas condiciones mencionadas.
Apoyo especializado, deseable
Los especialistas consideran que la ayuda psicológica para tratar este tipo de situaciones puede ser muy útil, pero hay que dejar en claro que no es porque el individuo se encuentre enfermo, sino en razón de que puede necesitar una voz autorizada que le haga comprender que ser gay no es ni bueno ni malo, y que todo el mundo tiene el derecho de ser y sentir como más le agrade.
Así lo considera el terapeuta de Anodis, quien establece que la labor de los profesionales es determinante para que el paciente deje de pensar que es un monstruo y está solo en el mundo. “El especialista le ayuda a comprender que lo que le sucede es normal, y para ello le da información que le hará reflexionar. Por ejemplo, le explica que 95% de las personas han tenido fantasías homosexuales en algún momento de su vida, o que gran parte de la población ha tenido relaciones con individuos de su mismo sexo, aunque no se consideren gays”.
Con este tipo de datos y mucho trabajo, dice el entrevistado, es posible normalizar la situación y recuperar la tranquilidad, al tiempo que se reducen ansiedad y angustia. Esto es básico para que la persona empiece a socializar.
Finalmente, Paniagua Ávalos comenta que la comunidad gay es una minoría social activa que se comunica y tiene la función de generar nuevas ideas. “Parece pomposo, pero la obligación de este grupo es innovar los roles de género para que la sociedad respire y no se destruya”.
Concluye el experto: “Si vemos hacia el futuro, creo que el colectivo lésbico, gay, bisexual y transexual desaparecerá, pero ello sucederá en el momento en que la sociedad institucionalice el discurso de esta comunidad y la confrontación termine. Cuando eso pase no habrá necesidad de encapsular al ghetto gay, y de esa manera se perderá la necesidad de etiquetarse como homosexual o bisexual, o de enarbolar la bandera del arco iris, ya que no tendría sentido porque no habría discriminación. Claro, eso se escucha muy bien, pero seguramente encontraremos algunas nuevas formas de segregación, ya que somos muy creativos para ello”.
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