El significado de un Sutra.

Lo más inherente al azaroso asunto que es este de ser humano, es esta todavía más laboriosa costumbre de entrelazar a los conceptos con los significados, a veces de manera muy concreta y en otras del modo más abstracto: rosa, por dar sólo unos ejemplos, me significa romance, canción me significa alegría, muerte me significa tristeza, tú me significa compañía. Pero antes de estas implicaciones que se construyen con la experiencia personal en cada vida con el paso de los días, están los significados más primordiales mediante los que nos entendemos los unos a los otros, yo a ti y tú a mí. Al menos tentativamente.

Mediante los significados, los que existen por ejemplo en las palabras que usamos, los seres humanos nos entendemos y a veces también nos desentendemos, describimos nuestro mundo según lo vemos y nos comunicamos, desde o más mundano hasta lo más solemne. Se trata de conceptos de tan común entendido que podemos sin empacho decir “fresno”, y quien lo escuche evocará en su imaginación la imagen específica de especie de árbol; puedes decir “lápiz” y yo evocaré en mi mente un utensilio amarillo, con gomita y una punta afilada para escribir.

De aquí viene el lenguaje, donde cada palabra significa algo para nosotros, cada frase, cada símbolo, cuando lo que decimos lo hacemos mediante imágenes: en la carretera una fecha doblada por la mitad nos habla de la proximidad con una curva, eso también forma parte del lenguaje, que es un tremendamente complejo código de símbolos, donde cada uno arrastra consigo un significado. Cada significado es muy característico de la cultura donde se emplea, de la situación en la que se menciona y del estado de ánimo de quien lo evoca, pero finalmente cumple su función: compartir una idea.

Hay una mayoría de significados que son compartidos por todos los que emplean un mismo lenguaje; pero hay también una minoría de ellos, que son individuales, íntimos, que construyen lo que es el modo en que yo entiendo o en que tú entiendes las cosas que te rodean, o los acontecimientos que te suceden.

“Se vende cuna... sin usar.”

Esta microficción, ambigua en su significado como todas las de su género, ejemplifica muy bien la manera en que una frase puede significar algo bien insignificante para una persona (la compra/venta de un mueble), u otra cosa tremendamente triste para otra. La diferencia entre un significado y otro está en loas emociones que eso que significa, despierta en quien lo está significando.

Hay significados que en algún momento de la historia fueron determinados por común acuerdo por las mayorías, no implican más que lo que expresan y la cosa se acaba ahí. Hay otros significados que son individuales y se ligan a nuestras experiencias, a nuestros recuerdos gratos y a los que no lo son tanto, que al significar nos alegran o entristecen, nos esperanzan o nos vuelven gris lo que esperamos de la vida. Sucede con el fenómeno del vaso medio lleno, que para ciertas personas, sólo estará medio vacío.

Significamos las cosas según como nos haya ido en la feria.

Por eso lo que es una cosa especialmente significativa para nosotros, no necesariamente significará lo mismo para otra persona: alguna vez en la vida nos ha sucedido que uno llega a casa con la intensión de compartir algo fabuloso, quizá un éxito profesional por demás rotundo, tal vez un vestido, una camisa, unos zapatos recién adquiridos y que se ven fenomenal; uno llega exudando un entusiasmo pueril que, frente a la impávida y nulamente entusiasta expresión de nuestro interlocutor, no hace mas que evaporarse en una nube de desconcierto.

No siempre las cosas tienen un significado tan emotivo para nosotros como lo tienen para los demás, o viceversa. A eso se le llama subjetividad. Para entender lo que algo significa para una persona, sería menester experimentar la vivencia que le llevó a valorar eso de esa determinada manera, experimentarlo de la misma forma, en idéntica circunstancia y sin variar un solo factor. Por eso todos vemos el mundo de manera tan diferente, porque los significados a través de los cuales nos explicamos la realidad, forman combinaciones únicas para cada uno.

También por eso es tan valioso conocer otros puntos de vista acerca del mismo objeto, porque así enriquecemos lo que originalmente significaba para nosotros.

Hay, pues, cosas que tienen un profundo significado para nosotros, y eso determina poderosamente la manera en la que nos relacionamos con ellas. Un significado que va más allá de lo que pensamos a su respecto, para caer precisamente en lo que pensamos a su respecto: ¿Qué es para ti un bebé despertando?, ¿Qué significa para ti abrazar a una mujer desaliñada?, ¿Qué te significa presenciar una erección?, ¿Qué significa a tus ojos una svástica tatuada a un pecho?, ¿Qué significa estrechar la mano de un hombre negro?, ¿Qué te significa tu cuerpo desnudo frente al reflejo de un espejo?, ¿Qué hay para ti en la oscuridad más completa?

Como es sencillo de intuir, el cómo significamos algo determina cómo nos sentimos frente a eso. De ahí llegan los prejuicios, los malos entendidos, las limitaciones que nos imponemos y los miedos, los odios, y también los afectos. A veces lo que una situación significa para nosotros, nos impide disfrutarlo, cuando podría tratarse de algo ampliamente disfrutable, como un masaje que llega sin ser solicitado, un chocolate luego de meses de dieta o la charla espontánea con un desconocido.

Afortunadamente con el tiempo nuestros significados cambian, los cambiamos para adaptarlos mejor a lo que esperamos de la vida: cuando esperamos lo peor, cada vez más cosas adquieren un significado desagradable; cuando esperamos lo mejor, por el contrario, las cosas van adquiriendo significados de un cariz más atractivo, mayormente seductor para nuestros sentimientos.

Y cambiar el significado de las cosas, los sucesos, las experiencias, es un recurso poderoso cuando se marcha por la vida.

De cuanto vamos viviendo por la vida, el pasado es algo que por haber sucedido ya, no puede ser cambiado, aún que a veces lo deseáramos. Pero tampoco es del todo necesario hacerlo, aún cuando una proeza así pudiera ser realizada. Lo pasado no puede cambiarse, pero sí lo que significa para nosotros.

Todos tenemos una o más experiencias en nuestro haber, que todavía nos pesan haber experimentado; nos duele recordarlas, nos enfada, despierta nuestro resentimiento, o simplemente no las podemos soltar, dejarlas ir a la deriva rumbo al olvido. Se tratan de recuerdos con un significado que atrae emociones que no nos facilitan vivir, por el contrario, que nos desgastan. La situación en cuestión, que recordamos, no puede ser cambiada, pero podemos cambiar lo que significa para nosotros, y hacer que el nuevo significado no cause pena, rencor o enfado.

Una vez más: lo pasado es inmutable, pero no lo es el significado que le hemos dado.

Cuando en retrospectiva evaluamos lo que hemos vivido y le damos un enfoque diferente, una nueva perspectiva de los hechos, para cambiar su significado, dejamos, echando mano de un par de ejemplos, de asumirnos como la víctima impotente o como el culpable absoluto de eso que, por la razón que sea, no resultó.

Almacenados en nuestra historia personal, los recuerdos son lugares de gran energía a donde volvemos de cuando en cuando para cargar nuestras pilas y seguir adelante, pero a veces, son también tremendos laberintos que nos son imposibles de dejar atrás. En la primera situación están los recuerdos agradables, que nos nutren; en la segunda están los que no lo fueron tanto y que, más bien, originan una especie de empacho.

Cambiar el significado de estos últimos, para darles una manera diferente de entender esa misma experiencia, tiene por consecuencia inevitable nuestra reconciliación con ese recuerdo y con los actores que estuvieron involucrados; entonces fluimos, purificando ese trozo de nuestra historia al que otrora estábamos encadenados.

Cambiar el significado de una experiencia pasada planteándola desde lo que pudiera ser el punto de vista de alguien más; haciendo un recuento de los daños reales, o de lo positivo que surgió precariamente a través de eso. Muchas personas identifican, llegado el momento, que fueron los infortunios quienes les enseñaron las más valiosas lecciones de vida, y sin llegar necesariamente a agradecer haber tenido experiencias difíciles en su pasado, reconocen que fue precisamente por ellas por las que son en la actualidad personas que pueden sentirse plenamente orgullosas de sí mismas. Esa es una manera de dar un nuevo significado a lo que venimos arrastrando, para que deje de pesarnos tanto.

Probablemente vale la pena echar este vistazo a la manera en que significamos nuestro pasado, lo que hoy somos, a la gente que nos rodea y a las situaciones que actualmente vivimos; valorar lo bueno o malo que nos van dejando y lo que nos enseñan, de una u otra forma. A fin de cuentas la naturaleza de los significados es cambiar; cambian por efectos del lenguaje compartido, de las experiencias individuales y del paso inagotable del tiempo, y aunque las cosas sigan estando ahí, inmutables y rígidas tras convertirse en pasado, los significados que tienen para nosotros siempre podrán cambiar, según necesitemos que vayan cambiando. Según elijamos que vayan cambiando.

1 comentario:

chatiriwy dijo...

Hernán, me gustó la forma en que planteas la relación de los recuerdos con los significados y el pasado.... parece una forma muy benévola de aceptar lo sucedido y un gran reto para superar las propias vergüenzas, miedos, ansiedades, autocríticas, etc.....
El punto es que a veces no se nos ocurre que tenemos ese poder dentro de nosotros mismos, y muchas veces vivimos y nos valoramos a través de la opinión ajena... en fin ...que cada cual se cure a sí mismo y viva su propio destino

Mucha suerte en tu examen, espero en unos años estar a punto de realizar el mío

Saludos

Verónica