Let Me Entertain You.

¡¡Unete a la campaña mundial en contra del aburrimiento!!

Sí damas y señores, en estos tiempos modernos es un pecado de inconsciencia suprema el abandonarse a las garras del aburrimiento, el mal del siglo, y para ayudar a los herederos de la globalización en esta tan cotidiana e incansable resistencia, nuestra cultura provee de herramientas fabulosas para alimentar el entretenimiento: televisiones con más de 200 canales simultáneos, aparatos de sonido que reproducen música durante horas desde la privacidad de tus audífonos, dos o tres estrenos semanales en tu cine de preferencia, clubes nocturnos que cierran tarde y fiestas after hours que en seguida abren muy temprano, señales de radio en el súper para que te distraigas cuando haces las compras, drogas naturales y de diseño que te prometen los más diversos viajes y las más exóticas experiencias, productos personalizados para que los modifiques en concordancia a tus más individuales necesidades, y otras tantas decenas tras decenas de estrategias más, que buscan volver increíblemente entretenidas tus actividades más mundanas, desde tomar clases divertidas, hasta formarte divertidamente en la fila de algún banco.

Los dioses bendigan esta iniciativa que tanta falta nos hacía. Es impensable la condición de los antiguos hombres y mujeres en las urbes que no contaban con las delicias de nuestra sociedad actual; tristes y grises seres humanos que se entregaban a las actividades más monótonas y abstractas para pasar el rato. O sea, hoy en día ¿ya quien necesita escribir un libro para romper el tedio?, ¿a quien le hace falta clavarse en derroteros ontológicos para no sentir el paso de las horas? Lo de hoy, por supuesto, es el iPod.

Pero analicemos esta lacra social que es el aburrimiento: el primer síntoma de padecerlo se manifiesta en el lento transcurrir de los relojes; luego a uno dejan de parecerle interesantes los sonidos al rededor, las conversaciones, las imágenes, y surge entre nuestros sentidos y el universo un velo de desconexión que nos fuerza a atender los estímulos que provienen de nuestro interior: nuestros pensamientos, nuestra respiración, las pulsaciones del corazón que a su manera nos cuenta el tiempo con más presición que el reloj mejor calibrado. Y mientras el aburrimiento avanza, nos vemos arrastrados por esta marejada de interioridades ampliamente familiares y cuya existencia la tenemos plenamente conocida, si bien nunca a detalle. Lo que nos divierte es lo nuevo.

Y es entonces cuando vamos de compras para estrenar, para sorprendernos y renovarnos; porque, finalmente, ¿quién en esta sociedad no está ya aburrido de ser quien es? Para estos menesteres hay increibles tintes para el cabello (para quienes, efectivamente, tienen cabello), cirugías plásticas, pupilentes de lo más fashion, modas fluctuantes según la temporada primavera - verano u otoño - invierno, prótesis que te resaltan el busto, trasero o lo que se ofrezca, y discretos maquillajes de mil colores, entre muchas otras maravillas. Así, en cuanto empiezas a aburrirte de tu anterior trasero, puedes cambiartelo para el próximo fin de semana, puedes cambiarte la cara con uno o dos kilos de maquillaje o ponerte ojos de color púrpura y sentir que dejas como estúpida a la Taylor, tan pasada ella de moda.

Y cuando todo esto te aburra, cámbialo de nuevo, antes de que resgrese esa aberrante propensión a escuchar tu universo interno.

Espectáculos para que tengas algo que hacer cada fin de semana: conciertos pop, clásicos y progresivos; estrenos hollywoodenses con la actuación en pelotas de alguien que jamás hubieras imaginado; funciones en el teatro con todavía más desnudos que cautivan tus sentidos y menos argumento para evitarte la aburririción, y etcétera. Y si todo falla, internet: conoce gente nueva de la que podrás disfrutar antes de que te aburra, métete a divertidos sitios repletos de datos, chatea con tus amigos virtuales, crea perfiles que describan con presición quién te gustaría ser y haz llamadas a lugares de lo más distantes con tu webcam y un audio de la última tecnología. El mundo entero es tu campo de juegos.

Y si en algun momento disminuyes el vertiginoso ritmo de tu vida: aguas con el aburrimiento.

El secreto es hacerte cargo de que todos estos etímulos y sabores auditivos, visuales, táctiles y olfativos que fueron diseñados para tí, que eres especial, no se conviertan en una abrumadora vorágine de ruido: un amasijo de violento caos para tus sentidos que te sobresatura y te convierte en un autómata receptivo, sin la menor capacidad de asimilar lo que entra por su percepción durante el estado diario de alerta. ¡Ese es precisamente el secreto!, pero como es un secreto, ni tu ni yo tenemos la menor idea de como hacerle para evitarlo.

E, irónicamente, mientras vemos películas de zombies, constituímos una realidad de zombies.

La tendencia global es distanciarnos de nosotros mismos para no enfrentar in situ a quienes somos por dentro; jamás profundizar ni encarar la responsabilidad de constuir lo que deseamos ser. La realidad de lo solitario que es esta tarea nos abruma sobremanera: solamente de uno mismo depende llegar a ser el alguien que se quiere ser, solamente a uno le conciernen los errores y aciertos que se cometen en el camino, y sus repercusiones. Sabemos que nadie puede hacerlo por nosotros, y en el ínterin, preferimos distraernos postergando.

Nosotros nos postergamos, tú te postergas, él se posterga... y yo a mí mismo igualmente me postergo.

Y dejando postergado lo que sentimos y cuanto sea que necesitamos, uno abre una brecha inflanqueable entre sí y aboslutamente todos los demás, y entre sí consigo mismo. Desconexión completa. Solo hacemos contacto con el exterior que guardan las apariencias y atendemos los estímulos cuando son lo suficientemente estridentes como para hacernos voltear para prestarles algo de atención. Por eso la música suena cada vez más alto, las imágenes se proyectan cada vez mas violentas, la sexualidad se vuelve cada vez más genital y cosificante.
De sujeto, nos convertimos en objetos, con los que no es menester ni involucrarse ni hacer contacto, solo importa el grado de entretenimiento inmediato que nos puedan generar.

Así se consolida la estrategia del pan y circo, que en las proporciones precisas y la suficiente paciencia funciona con absoluta puntualidad. De manera intuitiva sabemos que cuando el aburrimiento sobreviene llega igualmente la reflexión y los cuestionamientos hacia nuestro entorno, hacia nuestra historia y hacia nosotros mismos; ¿a quien molestan estos productos del aburrimiento? La introspección, reflexión, crítica, cuestionamiento y todas esas cosas evidentemente pueden, en un plazo relativamente largo, incomodar al sistema social donde se permitió tal relajación del entretenimiento; pero más importante todavía, en un corto plazo es una severa molestia para la misma persona que reflexiona, que es confrontada por sus propios argumentos y que se ve sujeta a la crudeza de la autocrítica. Frecuentemente el aburrimiento es una alerta acerca de cuando un cambio, en algún sentido, va volviéndose necesario, en pos de una crítica interior afiladamente certera.

Por eso afrontar el aburrimiento es aceptar la responsabilidad de cambiar lo que ya no marcha, lo que sea que si bien pudo funcionar en otro momento, se hace evidente que al pasar la vida no lo hace más. Por eso satanizamos el aburrimiento, para distanciarlo radicalmente de nuestra cotidianidad, mandarlo al exilio y no tener que darnos cuenta de los cambios y transformaciones que vamos dejando pendientes; las mutaciones postergadas.

Para ser sinceros, muchas veces estas transformaciones implican una renuncia que frecuentemente no estamos dispuestos a hacer. Por eso no nos despegamos los audífonos de las orejas y le subimos muy alto al volumen, para que el ruido mitigue las alarmas en nuestro interior, la sabia voz de nuestra intuición. Y es por todo esto que, finalmente, yo me sumo a la campaña mundial contra el aburrimiento, y mi propuesta en concreto es de lo mas sencilla: enfrentar el aburrimiento y resolver los asuntos que habíamos dejado pendientes. Así, una vez que el aburrimiento nos conduce a reencontrarnos con nosotros en el marco de de un triste día de lluvia o de algún prolongado trayecto de autobús, descubrimos que el tiempo pasa volando y nos deja a su paso una absoluta claridad.

1 comentario:

manojO° dijo...

por q alguien con tantos temas no tiene un apartado llamado amor?

salu2!