Sutra de un día nefasto.

Este ha sido uno de mis peores días en los últimos meses, un día tan tremendamente malo que bien se ha ganado el derecho de contar con su propio sutra; o mejor sea dicho, es este sutra el que cuenta un día singularmente malo. Un día nefasto, lo que resultará un franco pleonasmo para algunos espíritus cultos.

Todo empezó en la mañana, como suele suceder con todos estos días que carecen de la suficiente creatividad o una mínima iniciativa. Ocurrió que al despegar mi congestionada oreja de la almohada, me descubrí un incipiente antojo por estar de malas; sí, seño fruncido, respuestas cortas, tolerancia escasa y todo el kit. De tal forma que, lentamente, mientras me encaminaba a la ducha, resolvía crecientemente malhumorado ser complaciente con mis antojos.

Para ser exactos ahí empezó todo.

Jamás el calentador había fallado, no sino hasta ese momento. Luego de ver correr por largos minutos (no me leas feo, solo fueron escasamente un par) el agua de la regadera, me convencí de que este día me tocaba un baño frío. Imagínate, de la camita caliente y mullida al frío abrazo de una ducha sin calentador. ¡Pitufa vida!, cómo no quieren que uno ande de malas…

Posteriormente conduje a mi humanidad a la cocina para prepararme un licuado de buenos días, de esos sabor a double rich chocolate hechos de leche, huevos y proteína whey que se extrae también de la leche y que además de ayudarte con el rollo del gym también te refuerza el sistema inmunológico. Pues no había leche ni huevos ni whey, y pues acá el wey de quien estas letras suscribe se zampó aunque fuera un plato de lentejas para sentir que se metía algo en la panza.

Minutos después el taller sobre “5 estrategias para encontrar pareja… y quedarse con ella” que estaba programado para el sábado se vino paulatinamente abajo conforme leía en mi buzón de correo un mensaje detrás de otro que con claridad indiscutible, dejaban en claro que no teníamos un espacio para impartirlo ni el quórum suficiente para diferenciar un “taller” de una “consejería individual”.

Me volvía chango… También en mi cuenta de email encontré la esperada respuesta de mi tutora de la maestría, quien accedía por fin a verme a las 5 pm. Su mensaje lo leí a la 1 pm y de todas las cosas que tenia planeadas para esa tarde evidentemente alcanzaría con trabajos a hacer solo una.

Rápidamente repartí respuestas entre los mails más urgentes y me dispuse a salir de casa corriendo. Mi mamá llegó en ese momento, consternada porque su médico le encontró un par de quistes en los senos que no supo identificar como benignos o dignos de preocupación. Le dijo que si en un año crecían, significaría que eran malignos.

¡¡Un año!!, un año es lo que me dura media maestría, un año es lo que un bebé tarda en empezar a comer decentemente, un año es, para pronto: demasiado. La hice prometerme que le llamaría a su tío, quien es oncólogo (popularmente identificado como cancerólogo) para que la checara y la mandara a hacerse una biopsia o mínimamente le bajara el nervio. Francamente mi madre no tiene un instinto de auto preservación muy ejercitado, así que no me vi a gusto sino hasta que juro siete veces que se atendería.

Entonces, rumiando mi enfado me dirigí a Pericoapa (bazar ubicado en Coapa, donde según Radioactivo, la mujer es guapa) para comprar de menos mi whey para cenar un licuado de chocolate que, de hecho, aun no me preparo. De paso, se me ocurrió comprar una cubierta nueva para mi celular porque la antigua tenía un pequeño rallón en la arte de atrás que le cause, creo, con una moneda de diez centavos.

Luego de perderme en el laberinto de locales y mercaderes a los que apenas les empieza a salir algo de vello en la cara, en su local el vendedor de refacciones de Motorola se ofreció muy comedido a instalarle la nueva cubierta a mi teléfono. Me pareció conveniente ya que, francamente, es todo un jaleo hacerlo uno mismo. Entonces el buen hombre le pasó la chamba a su hijo, quien a decir verdad no era idiota, solo un poco… ok, era un idiota. El hijo del hombre que atendía el local de refacciones del pasillo K de Pericoapa desarmó mi pobre celular golpeándolo contra la vitrina del local, desprendió con brusquedad las gomitas de sus costados y lo vejó con un desarmador seis veces (si, ¡seis veces!) hasta que el pobrecito quedo absolutamente deshecho. Literalmente.

Luego procedió a armarlo de nuevo con las refacciones nuevas. Lo hizo con agilidad y una creciente satisfacción, hasta que descubrió al terminar que le habían sobrado piezas. Entonces procedió a destripar nuevamente mi telefonito y a armarlo, esta vez con todo en su lugar pero mal ensamblado y mal atornillado. El vendedor de refacciones tomo entonces el trabajo de su retoño y con la cara de todo padre orgulloso de su progenie me tendió mi E2 con una sonrisa complaciente, preguntando “¿esta bien?” Me apresuré a decir que sí, pagué descuidadamente y juntos, mi celular y yo, huimos de aquél destripadero.

Total, que la whey me salió mas cara porque, según me dijo la Señorita Nayarit, o no se que exuberante premio tenga mi despampanante dealer, recién acababan los suplementos de subir de precio.

Regrese a casa, deje la whey y fui al campus para ver a mi tutora, con quien me entrevisté mientras en la explanada de la facultad comenzaba a llover. Entrevista terminada y me encaminé al gym, de donde luego de un breve entrenamiento de escasos noventa minutos me dirigí al consultorio en el que, según calculé, ya me esperaba la gente de un grupo terapéutico. Me llovió insistentemente en el camino y un taxi a toda marcha me empapó las partes que esta lluvia de verano no había alcanzado a mojar.

En el consultorio, ubicado en la calle de Querétaro, en la colonia Roma, el hacinamiento de tanto humano bípedo había agotado nuestras últimas reservas de oxígeno, cosa que parecía no importarle a una mariposa negra y de alas maltratadas que roncaba la mona adherida a mi pared. ¡Era gigantesca!, durante la sesión no logre dejar de mirarla; me juraba que si se echaba en algún momento a volar, yo aplastaría a quien fuera por salir el primero de ese sitio. Al respecto, tengo una evidente fobia de la que algún día platicaré con más detenimiento.

En fin, que mi día consistió en una colección de pequeñas catástrofes que no me dejaron detenerme a tomar aliento. Pero es tiempo pasado. Ahora el reloj en la pared marca la media noche, con su par de manecillas concupiscentemente instaladas una encima de la otra. Perdí ya el antojo de estar de malas y me detengo entre mi jornada y mi almohada para reconocer que, después de todo, disfrute este día. Siento esa suerte de laxa satisfacción que es tan típica después de un largo coito.

Y lo que sucede es que llevaba semanas queriendo enojarme por cosas que pasaban; muchas, tantas que a veces no pegaban tanto por lo duro, sino por lo tupido. Pero las circunstancias hacían políticamente incorrecto dejarme llevar por mis hormonas; había que ser ecuánime y tolerante y aguantar al momento más apropiado para estallar. Pero éste no llegaba. Así que por un simple e imprudente impulso desee un simple día que me autorizara pelearme a mis anchas con el mundo.

Su pedido en cinco minutos o la entrega es gratis. ¿Cuántas veces hemos pedido un día nefasto y no nos hemos percatado de que hicimos una solicitud tal?, ¿Qué tal las veces en que puerilmente pedimos un día espléndido? La neta es que en esta era de acuario el universo es particularmente complaciente, y la bronca es, más bien, tener mucho cuidado con lo que pedimos.

En conclusión, no pasó en mi vida nada irreparable. El taller cancelado ya será repuesto para, probablemente, el siguiente sábado, y puede que mejor avoquemos nuestros esfuerzos a los grupos terapéuticos como una estrategia de intervención más eficiente. De mi mamá: era de esperarse que su cuerpo resintiera el mal trato al que le ha sometido, y es necesario un shock como el que enfrentó para que se de cuenta de que debe empezar a cuidarse, finalmente, nadie lo hará por ella, por mucho que a mi me gustaría hacer lo que a ella le toca; y ya sea o no cáncer, si lo atiende en breve no pasará a mayores. Mi celular ya lo reparé; lo hice con cuidado, le limpié sus partecitas y lo ensamblé como dios manda.

Ahora me dispongo a hacerme un delicioso licuado de double rich chocolate para encaminarme a la emoción noctámbula de algún sueño interesante. Buenas noches, te deseo para mañana un día fabuloso.

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