Quien haya visto una película mexicana de las que aún eran en blanco y negro, recordará esa legendaria caballerosidad con que trataban los charros mexicanos a las mujeres. El galanteo por conquistarlas, el ritual de ir con los familiares a pedir su mano, el anillo que él le pone a ella para que todo el mundo sepa que ya es su mujer. Por su parte, también podemos recordar la educación que recibe una señorita que se precia de serlo, que para volverse una mujer de bien aprende las labores domésticas, es sutil, poro llamativa y jamás inicia los cortejos; ella puede identificar cual es su lugar y verse bonita, y verse delicada como una rosa.
¿Cuándo fue que caímos en la trampa?
A ver, vamos a hacer cuentas: El hombre primitivo y tribal vivía de frutos, plantas y todo lo que recolectaba para alimentarse, la tierra entera era su inmenso supermercado y le daba cuanto necesitaba para nutrirse. Luego le dio por domesticar a otros animales, tentativamente menos brutos que él, y comérselos; tuvo la idea de vivir del ganado mientras el ganado se alimentaba de hierbas, frutos y otras dádivas de la tierra.
Más tarde se le ocurre buscarle un sentido al universo y se inventa dioses y ondas similares a partir de lo que conoce. Cada nueva deidad es una metáfora de algo que le es tangible y cotidiano, por eso el dios de los truenos es un ser irascible, el de la lluvia es un dios triste, el de la montaña es uno dormilón y así. Y ocurre que en lo más primordial, dentro de la más elemental lógica, pone un dios por encima de todos que es un dios creador de vida, que nutre y cuida de lo que ha creado. Como el modelo más cercano para estos atributos era la mujer, entonces el dios en cuestión no fue tal, sino diosa: la madre tierra.
Entonces todo queda chido y ordenado. Le rezan a la diosa y le piden favores consagrándole doncellas vírgenes que representan la fertilidad creadora y sacerdotisas que saben como relacionarse con ella; todo dando continuidad a la metáfora inicial.
Pero entonces al sacerdocio se van colando los hombres, quienes quizá siempre hemos sido un poco competitivos, y ellos quisieron quitarle el poder a ellas, porque quien habla con los dioses tiene, inevitablemente, gran poder sobre los mortales. Y entonces reescribieron la historia a través del mito.
Resulta que dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, y les regaló un jardín paradisíaco para que se abastecieran; ergo, no hay madre tierra que prodiga, sino un dios masculino. Entonces la pareja vivía una felicidad idílica en el amor del Señor, eran Adán y Lilith. Al menos eso dicen los evangelios apócrifos y por eso nos salen las cuentas.
Un mal día, uno sombrío y nublado para Lilith, sucedió que ella quiso estar arriba de Adán y no abajo; arriba en la relación sexual y no abajo, en el papel pasivo, o arriba en la jerarquía entre ambos, y no subyugada. Entonces Adán fue de chillón con el Señor y le contó la insumisión de su compañera, en vista de que en esa ocasión el Señor estaba mirando para otro lado. Lilith fue desterrada del Paraíso por no aceptar cual era su lugar frente a los hombres, y a Adán le dieron una vieja nueva.
Su lugar. Aún en nuestros días se les enseña a las mujeres a “darse su lugar”, cosa para la que no hay nada como eso que aprender por parte de los hombres. Con los juegos de la comidita, la casita, las muñecas, similares y conexos, a las niñas se les enseña cuál es su lugar y que estrategias cultivar para hacer a su hombre feliz. Eso lo aprendió bien Eva, que fue hecha de una costilla de Adán.
Para no dejar al tipo soltero y masturbándose, el Señor con sutileza le apañó dormido, como parte de un sueño, y de una costilla, supongamos que de las flotantes para darle de paso mejor silueta al wey, le hizo a Eva. Menudo regalo. Así la mujer es parte del hombre y claramente no a la inversa, cancelándose el mito de la diosa que es dadora de vida; porque en este caso, es el dios masculino quien crea a la mujer del cuerpo de un hombre.
De esta manera, argumento tras argumento se va nulificando el mito de la diosa y se escribe encima el del dios, estableciendo una jerarquía entre lo hombres y las que integran el sexo opuesto. Curiosa acepción, ¿no?, la de “Sexo Opuesto”. ¿Quién dijo que habíamos de ser opuestos?
Y no es decir que los dos sexos se hayan hecho opuestos por causa de las religiones machistas, porque las religiones también son una consecuencia, sino que nos volvimos opuestos y no complementarios cuando unos hombres desearon tener el poder que tenían las mujeres, las que daban vida, amamantaban y enseñaban el mundo a los recién llegados, determinando así la manera en que habían de ser humanos los nuevos hombres y mujeres.
Y por si queda alguna duda, ¿que tal otro mito?
Una noche la visitó un ángel y le dijo “alégrate mujer, porque serás la madre del nuevo mesías”, y al amanecer, María descubrió con sorpresa y regocijo que estaba embarazada, siendo todavía virgen. En esta historia hay una figura femenina cede lo sagrado a una figura masculina que ocupará su lugar, y además con agrado, participativa como si fuese también su voluntad.
Estas son las historias que nos cuentan para explicarnos el porqué de las cosas; con ellas crecemos y construimos nuestra moral, asumiendo que son ciertas porque nos hemos habituado a escucharlas. Así, por moral un hombre no busca protección de una mujer; por moral una no le dice a un hombre que le gusta. ¿Qué clase de mujer haría eso?, ¿Qué clase de hombre?
La biología nos predetermina a vivir siendo compañeros, a complementarnos para tener hijos en el caso de que elijamos tenerlos, pero la cultura que nos inventamos nos vuelve opuestos irreconciliables, haciendo que mientras unos somos de Marte, las otras lo son de Venus. ¿Ahora se entiende porque es un hombre el que escribió este Sutra?
Decir que los hombres no están por encima de las mujeres no es feminismo necesariamente, es solo que si aceptamos estar arriba, nos quedaremos efectivamente arriba, pero solos.
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mito. (Del gr. μῦθος).
m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.
m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal.
1 comentario:
Hernan.....me di a la tarea de pasear un poco en tu hi5, que como podrás ver, me llevó inquietante a tu propio blog.
Me quedé en esto que llamas Sutra del sexo opuesto (confesando que es la única que he leído completa, lo que no quiere decir que hasta aquí llegué....prometo ir leyendo una tras otra en los tiempos que mi existencia pueda abrir)..... Como buena Eva....venusina, amante tierra fecunda, mulher siempre...me declaro indispuesta a ser parte de una pequeñísima y no muy torneada costilla -falsa- de ese portavoz de misoginia, coyón e insensato -además de mal amante- de Adán. Me niego rotúndamente como la Eva primigenia, a abstenerme de decidir si quiero arriba o abajo, de un lado, del otro...o de plano volteado.
Mi negativa persiste al verme obligada a rendirle cuentas a alguien que no conozco, que ni he visto, que aparte está tan sordo como él que más.... que ni confianza me da -pa´pronto-, sólo porque es un ser elevado y la máxima de las religiones monoteístas....
Pero como la propia historia se encarga de olvidarse de contarnos, de narrar los hechos de mujeres por considerarse frívolos e innecesarios..... Como todas las de mi género, sigo pensando, actuando, creando, moldeando.... para hacer nuestras propias historias y contarlas quedito.....fuerte.....ruidosamente....
Coincido contigo en que los hombres y las mujeres debemos vernos de frente y sólo ser...... así como somos: diferentes pero complementarios.
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