La muerte bienvenida.

"Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen adiós en los puertos".

Antiguamente para cruzar las aguas del Estigia y llegar a las sombrías tierras donde radicaban los muertos, tenias que llevar contigo un par de monedas de cobre con las cuales pagarle sus honorarios al barquero. Hoy en día, la chamba del Caronte la hace el tanatólogo y te cobra algo más que tan solo dos monedas.

Morirse nunca ha sido una cosa sencilla.

De repente uno empieza a sentir que el cuerpo ya no responde, hay pesadez en cada miembro, la respiración se vuelve pesada como cuando duermes, pero estas despierto. Sin embargo no por mucho. Una sensación de fatalidad te embarga y sabes que en unos momentos nada en el mundo volverá a estar mal, o, en el peor de los casos, que todas tus posibilidades, en breve, se habrán multiplicado por cero. Diferencias individuales: para unos el último instante es de una tranquilidad impresionante, para otros implica un triste terror pánico.

Así de simple. El chiste es tener una vida llena de sentido para que la muerte no llegue y te agarre, como diría Benedetti, muerto de vergüenza.

Después viene lo complicado, lo que harán, ellos a quienes dejaste atrás, con ese cuerpo que, evidentemente, ya no vas a usar porque, de que te moriste a la fecha, se ha vuelto un traje que ahora te queda chico.

Para encontrarle gusto a la vida, no hay como morirse.

Independientemente de todo cuanto tú hubieras querido, probablemente tus familiares darán de almorzar tus restos mortales a las aves de la montaña para que te ayuden generosamente a ascender al firmamento, o que te envuelvan en lienzos perfumados y, condescendientemente, te prendan fuego hasta reducirte a cenizas; también podrían hacer para ti una embarcación sencilla y mandarte a un último tour a la deriva por el río; podrían invitarte a formar parte del menú de la cena de despedida y así llevarte con ellos muy adentro, hasta despedirse de nuevo de ti, sin tantos honores ya, tres horas después de haberte comido. Total, lo que hagan con tus restos es más asunto de ellos que tuyo, que para entonces tendrás asuntos más interesantes con los cuales entretenerte.

Desde el principio del tiempo, ver que los nuestros entregan el equipo ha sido origen de incontables elucubraciones, y fuente de, es necesario decirlo, los miedos más irracionales y la espiritualidad más elevada.

De la transición de carne a espíritu es que el ser humano pudo imaginar el alma, los dioses y las cosas que no son evidentes a los sentidos; pero acotemos: el que el hombre lo haya imaginado no quiere decir que no exista. Luego de imaginarlo, ideó un modo de interactuar con este universo de sustancia etérea y enseñó a sus hijos las técnicas para hacerlo, y sus hijos a sus nietos, y los nietos mantuvieron los conocimientos de la magia hasta nuestros incipientes días.

Gracias a que confrontamos la muerte es que creamos la magia; y a la magia, la razón la convirtió en ciencia.

Cuán ansiosos estamos de descubrir la respuesta a nuestra pregunta más recalcitrante, a ésa que nos cala hasta los huesos. La respuesta a una pregunta que ni siquiera nos atrevemos a formular; porque bien podemos hablar de la muerte, bromear sobre ella, incluso, como lo hacemos los mexicanos y que tan buena fama nos hemos ganado a costa de ello. Incluimos a la muerte en nuestras anécdotas, en nuestras leyendas, en nuestros chistes, pero siempre se trata de una muerte impersonal que no se lleva consigo a nadie definitivamente, que no insinúa el acabose de nada, que es, para acabar pronto, una muy amigable muerte de a mentiritas.

Vieja y elegante Catrina de blancos huesos y vestimentas de época revolucionaria, que disfrazas nuestros miedos resignados y el dolor que implica pensar de ti en primera persona.

La muerte asusta porque se lleva con ella lo único que era nuestro desde que estrenamos cuerpo: nuestro nombre, del que ya no haremos uso en lo consecutivo; nuestra identidad, a la que nos aferramos ciegamente para poder enorgullecernos de lo que somos. La muerte anula, te arrebata la existencia, cancela, nulifica.

Está bien, si estas afiliado al club de los transmigracionistas, posiblemente no te pongas tan dramático y estés vacunado contra este miedo a que el destino le imponga un punto final a tu historia. Mueres y dejas de vivir, pero tu existencia sigue por vericuetos que te serán indescifrables hasta que no das vuelta en aquella esquina. Continúas existiendo, de alguna forma, y entonces confrontas el segundo miedo primigenio que el ser humano tiene ante la muerte: la soledad.

Decía Laura Avellaneda, el personaje aquél de Benedetti: Que sola va a estar mi muerte sin tu vida...

Morir es iniciar un viaje solitario, es quizá recorrer el valle de las sombras sin más compañía que uno mismo. Menudo exilio. Con trabajos podemos tolerar la soledad en vida, peor aún en la muerte. Pero habría que valorar que temor es mayor, si lo es el miedo que tengo a mi muerte, o es acaso el miedo que tengo a tu muerte que me separa para siempre de ti.

A veces el dolor ante la muerte parte de un principio egoísta que no me deja despedirme de ti y dejarte partir.

Y la verdad es que nada en la vida es más seguro que la muerte, ni podemos valorar la vida o darle un sentido sin hacerlo a partir de que vamos a morir. La vida por sí misma no tiene otro sentido que el que le damos para trascender más allá del tiempo finito con que contamos, eso nos vuelve heroicos.

En oriente dicen que la muerte no es el final, también es algo que sostiene el cristianismo, aunque la idea del idílico paraíso me gusta un poco menos que el poder volver a la piel de un ser más evolucionado. Eso último me parece fantástico. También dicen que aquellos a los que amaste entrañablemente volverán a ti porque estás unido a ellos por el karma. Ojalá eso no les moleste a ellos y también te hayan amado a ti entrañablemente. La misma fórmula aplica para aquellos a quienes odiaste con ferviente tesón.

Claro que no hay pruebas de que eso sea cierto; ninguna prueba, como tampoco la hay al respecto de que la muerte sea el rotundo final que sólidamente pregonan los pesimistas. Así que, si nadie tiene algo razonable que objetar, personalmente me he decidido a adoptar la primera versión, que es la que más me conviene: vivir intensamente, porque cada vida es única; aprender mucho, principalmente de lo que tiene verdadera relevancia; amar y dar pie a ser amado con efervescente enjundia y, al final, morirme satisfecho como quien aborda el tren con rumbo a unas fabulosas vacaciones.

Entonces puede ser que un día regrese y, como por casualidad, me encuentre en algún sitio con una lápida tremendamente vieja que diga algo como: Yace aquí uno que no se resistió a la curiosidad, que viajó de persona en persona como quien va de lugar en lugar, sin dejar nunca de maravillarse ni de fincar en cada abrazo un santuario para volver; interesante amigo, humano e iconoclasta que se despidió de la vida sonriendo una vez más, antes de partir.

Dedicado a mi amigo Ernesto "Abdala" Cigarroa.

2 comentarios:

ninocrono dijo...

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Mientras leia tu texto, imaginaba mi comentario... pero justo cuando se abrio la pagina que dice "Haga su comentario", se me olvido, jejejeje.
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Pos no sé, lo único que una vez me dijeron por ahi es que lo único por seguro que cualqueir ser que nace por estos lares es que va a morir. Si, es un hermosos ciclo, donde los elementos se unen creando compluestos, donde los compuestos reaccionana para dar moleculas, donde las moleculas se unen pra dar celulas, donde las celulas se reproducen y juntando a millares de estos pequeños seres se obtiene un organismo vivo. A definir vivo, como todo aquello que tiene capacidad la capacidad de reproducirse y responder a la presión evolutiva. Y al final, sea cual sea el mecanismo, morimos y regresamos de donde salimos. Creo que la Biblia tiene una frase que dice algo así como "Polvo fuiste y polvo seras..."... no estoy seguro.

Enfin, el punto es que, a mi muerte no le temo ni nada. Y a la muerte de alquien amado, tampoco. no niego que tal vez llore o la tristeza me invada, pero creo ingenuamente que hay algo más después de la muerte. Si no fuera asi, entonces por que tanto esfuerzo por vivri y sobrevivir. ¿Acaso somos masoquistas? No, no lo creo.

Anyway, it's just a opinion.

ninocrono dijo...

Complementando, creo que sencillamente le tememos a la muerte, porque desde que nacemos nos enseñan a temerle, nos hacen olvidar que en realidad llegamos solos, en la vida nos tratan de decir que debemos estar con alguien para que atestigue nuestra estancia o nos recuerde y que al final, vamos a morir y solos.

Dicen que todos los miedos tienen una sóla fuente: miedo a morir. Enfin, me encanta tu último párrafo, pues justamente es eso a lo que venimos a vivir y sólo existe una forma de hacerlo, más que siendo uno y experimentar y conocer. Es lo que estoy permitiendome y empiezo a sentir...

Gracias, estoy seguro que tu amigo estaría más que orgulloso y feliz contigo, pues el que decidas vivir, eso es lo mejor que podrias hacer por alguien que se ha adelantado. No hay prisas. A todos nos llegara el momento.