Sutra desde México.

Pregunta de trivia: ¿Qué es un hombre sentado con sus rodillas junto al pecho, en el piso y a medio desierto, bajo la sombra de un cactus, con un sombrero grandote en la cabeza y un jorongo envolviéndole el cuerpo?

No, no le atinaste. Déjame tratar de contarte cómo somos los mexicanos.

Igual que otras, México es una nación donde la gente es bien distinta entre sí, según estén en un estado de la República o en otro, según el sur o en el norte; y por eso, cuando vas a hablar de México mejor convendría contarte de los muchos méxicos que hay por acá... hay un poquito de casi todo, para darle gusto al paladar más exigente.

Hay en esta tierra un México tremendamente selvático, allá, en la sierra; también tiene sus montañas que se extienden inexorables en cordillera hacia el norte, donde se cambia la selva por bosques y luego por desiertos tremendamente áridos. Hay un México silencioso, que no dice nada y que nunca se queja; algo como la Zona del Silencio, en Sonora, donde ni los radios ni ninguna otra comunicación funciona. Así es el Desierto de Sonora y, a veces, todo el país se solidariza y le da por ponerse igual de silencioso.

Hay un México bien contestatario que lo cuestiona todo, a los gobernantes, a los que no cuestionan y a los que sí lo hacen. Nadie se salva de la perspicacia. De ese México es que vienen las Adelitas de la revolución: mujeres como de cuento, que se ponían el rifle al hombro y no temían disparar a matar para defender lo suyo. De entonces a ahora esos personajes no han cambiado mucho, desde la guerrilla de mujeres en el Estado de México, hasta las que acamparon 45 días en Paseo de la Reforma, que es una de las principales arterias viales de la ciudad, y no hubo quien las moviera; acá, en la Capital.

Aquí el que no se atreve a ser inteligente, se hace político.

Hay un México de juegos infantiles y tremendas fiestas... infinidad de fiestas. Y es que si algo somos todos los mexicanos, es fiesteros. Desde antes de que los europeos nos cayeran por Veracruz, nosotros ya habíamos aprendido a rendir culto a nuestros dioses celebrándolos, a nacer celebrando y a morirnos celebrando. Luego llegaron los españoles a fundir su sangre con la nuestra y tuvimos que enseñarles a festejar, para que entre tanto jolgorio no hubiera quien se quedara sentado a mitad de la fiesta.

Le chambeamos mucho para celebrar.

Yo se que te han dicho que el mexicano es flojo por naturaleza, que se la vive rascando su panza de la mañana hasta la noche; y está bien. Es lo que queremos que los demás crean para cogerlos desprevenidos, pero la realidad, aquí entre nos, es muy distinta. Acá los mexicanos le trabajamos duro para salir adelante, muchos lo sacrifican todo con tal de sacar el dinerito para mantener a los hijos, o para comprarse el carro. Ah!, porque a los mexicanos nos gusta estar vivos y nos encanta vivir bien, por lo que, quizá, pequemos más de ser enfermos adictos al trabajo, que flojos. Ojalá supiéramos ser flojos.

Otra cosa que tenemos acá, la gente de México, es creatividad. Y no lo digo porque hagamos buenos chistes para reírnos de nuestras crisis, que también eso es importante, sino por algo más ligado a nuestro buen sentido de la supervivencia. Somos tremendamente creativos para salir adelante. Gracias a eso, difícilmente nos amilanamos ante los avatares de la vida.

Y orgullosos hasta el tuétano; a ver, haznos reconocer que no podemos...

Eso sí, tenemos un complejo de Edipo que se va de aquí a Tierra de Fuego y de regreso; por eso no le toques su madre a un mexicano, porque puede que necesites hacer uso de tu seguro médico. Después, igual y hasta te ganaste un amigo. En general somos buenas personas. Si dices que andas de visita, el mexicano que te toque se encargará de que estés cómodo, te presumirá su tierra, como yo ahora te presumo a mi gente, y te dará de su comida aunque para él, en su alacena ya quede bien poco.

Somos apasionados, todo lo que sentimos hasta lo más hondo del alma; así amamos, igual odiamos y también guardamos la esperanza... o la perdemos.

Hablamos continuamente en diminutivos, comunicándonos de puntitas como no queriendo incomodar. Para pedirte la hora, haremos una solicitud verbal que podría durar hasta tres minutos e invariablemente incluiremos una disculpa que irá de antemano, luego nos iremos, no sin antes darte las gracias.

Hombres y mujeres de magia, fe y un poco totemistas, muy nacionalistas aunque quizá cada vez menos. Tenemos en el corazón de nuestra Capital el monumento a la Independencia, en torno al que vamos a festejar a lo grande cada que gana nuestra selección de fútbol, cuando es aniversario de nuestro país o sucede algo que nos recuerde a todos nosotros, los mexicanos, que tenemos algo muy fuerte en común.

Y es que, por si faltaran motivos para sentirse orgulloso, en México encuentras gente tan chigona que ya el solo hecho de ser tan mexicano como ellos es motivo para celebrar con el alma el haber nacido aquí y no en otro lado.

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