Sutra de la inmortalidad.

¿Quién eres? Llegas de paseo a mis letras y te hospedas en la pausa de algún renglón, quizá te columpies entre las incertidumbres de unos puntos suspensivos y yo, mientras tanto, inevitablemente me pregunto ¿quién eres tu?

Y voy más allá, ¿quién soy; qué nos hace ser quienes somos?

La defensa más sencilla, cuando te preguntan a quemarropa cosa semejante, es decir cuál es tu nombre o de qué modo eres llamado por quien eres conocido y los apellidos que a su vez indican la familia de la que descendiste; como en el Génesis, o en el Silmarillion de Tolkien. Mas tu nombre dista mucho de ser lo que tú eres; hay a quienes les han robado su nombre y se mantienen siendo, mientras otros ven su identidad disuelta en homonimidades. Nuestros nombres no nos describen, no sirven para saber quién y lo que somos.

¿A qué te dedicas? Muchos piensan que somos eso que hacemos y aquello a lo que estamos dedicados, y sin embargo tampoco es esa una respuesta sencilla. ¿Soy yo psicólogo y eso es lo que me describe a pie juntillas, o soy dietista o un contador de historias o un vitki con la cualidad de entender las runas? Posiblemente sea yo todas las anteriores, pero puede suceder que también sea ninguna. De todo cuanto hacemos es muy complicado identificar qué actividad nos representa mejor y, en cualquiera de los casos, cúal alcanza para definir a un ser humano como “eso que él hace”;creer lo contrario es caer a ciegas en un extravío ontológico.

Si bien yo doy terapia, no todo el tiempo soy un terapeuta; si bien cometo equivocaciones, no me definiría a mí mismo como un equivocante. Quien arma una declaración de impuestos no necesariamente es un contador o actuario; quien hace una casa tampoco es por fuerza un albañil. Hay hombres que aman a otros hombres sin llamarse a sí mismos homosexuales y hay quienes se dicen homosexuales sin haber tocado jamás la intimidad de otro hombre. No, lo que somos no es reflejo de lo que hacemos; a menos que pretendamos jugar a los reduccionismos.

Ni las mujeres ni los hombres somos lo que aparentamos, ni las unas ni los otros somos lo que decimos ser. Y si ni somos lo que decimos, ni lo que parecemos, ni somos tampoco lo que hacemos, ni el nombre que llevamos, probablemente tampoco seamos lo que los otros creen que somos o lo que en algún momento pretendieron que deberíamos de ser.

Entonces ¿de qué forma puedes tu decir quién eres? o ¿de que manera puedo explicarte cabalmente quién soy yo?

Si te explico quien soy, mi propia descripción de mí será inexacta porque mientras más me tarde, más te estaré hablando de quién fui; si te platico de quién fui, sería como hablarte de alguien más que al presente momento dejó ya de estar aquí. Pero, si me permites la suposición, puede ser que sea yo quien voy siendo mientras te describo esto que soy.

Como una historia que a sí misma se describe mientras se aproxima paulatinamente a su desenlace, pero sin llegar aún al final.

¿Hay posibilidad de que yo sea una historia? Tal vez las personas seamos eso y en ello estribe la esencia real de lo que somos. Para describir quién eres bastaría contar una historia. ¿Has pensado ser una historia? Como la novela de un libro que se va escribiendo conforme pasas las páginas.

Creo que tiene sentido. Las que identificamos como necesidades de trascendencia son estas ganas tan humanas de que la gente nos recuerde tiempo después de que hayamos muerto; de que sigan hablando de uno y de las cosas por las que uno se partió el lomo para lograr. No por nada hay tantas y tantas tradiciones orales guardando en su memoria colectiva las historias de sus ancestros, ya sean zulúes, navajos, maoríes, huicholes o etcétera. Efectivamente los hombres y las mujeres con el paso del tiempo son reconocidos como historias.

¿Quién es más real: Sócrates o El Quijote?, ¿Es sencillo diferenciar cual existió y cuál no?

La mente humana usualmente no distingue, hablando desde un contexto fisiológico, entre lo “real” y lo imaginario. Un atleta puede imaginar mediante técnicas de visualización recorrer una pista de carreras y su cerebro enviará a los núcleos musculares los correctos impulsos eléctricos, si bien en una intensidad muy atenuada, como si efectivamente realizara esta tarea. La realidad es algo que el hombre y la mujer modernos definieron desde lo pragmático para enfatizar el valor de la productividad mercantil. Lo imaginario no es transaccional y no es objeto de trueque, por ello carece de sustancia y consecuentemente de realidad.

¿Sócrates es un invento de Platón o existió realmente?, ¿Cristo existió realmente o es una figura creada por los llamados apóstoles?; o mejor aún: ¿hay alguna diferencia entre que hayan existido o que sean un ejercicio creativo de personas brillantes? Creo que no la hay.

Llevamos en nuestra cultura la herencia del Quijote con tanta fuerza como la de Miguel Hidalgo, y para fines referenciales no hay uno que sea menos real que el otro.

Los seres humanos buscamos la inmortalidad y, de hecho, la conseguimos a través de nuestras historias, es por ello que cuando la muerte arrastra consigo a un ser que fue querido, mantenemos la certeza de que seguirá existiendo cerca de nosotros en tanto guardemos su recuerdo y nos mantengamos contando las historias de su vida.

El malo de la película le dice a su archienemigo: “¡serás historia!”, probablemente como un desliz de su inintencionada buena fe.

Es por esta razón por la que las mentiras son en nuestra sociedad un anatema. La mentira desvirtúa presunta la objetividad de las historias y pervierte el modo en que deseamos que la nuestra sea contada. El rumor, por otra parte, alimenta las historias. Los tabloides mesclan mentira y rumor sin empacho, reproduciendo, corrigiendo y aumentando las historias de los famosos que a la postre adquieren carácter de semidioses por encima de los demás mortales que anhelan algún día llegar a ser así de famosos. “Fama” significa ser alguien cuya historia es contada por muchas personas.

¿Somos los seres humanos historias que se van narrando? Ya lo decía Patricia de Buen cuando me dirigía la tesis: “la identidad no es quién soy o quién fui, sino quien voy siendo”.

De entre todo cuanto podemos argumentar que explica lo que eres y lo que soy, como nuestro nombre, apariencia, ocupación y demás, cualquier cosa podemos perder sin que realmente se vea afectada nuestra esencia; cosa distinta es nuestra historia. Si extraviáramos nuestra historia y sus evidencias, seguramente nosotros nos perderíamos con ella.

Existen raros casos de amnesia total en la que una persona olvida todo respecto a sí misma: sus vínculos con otras personas, sus habilidades, sus experiencias; y en el camino hacia recuperar su historia frecuentemente acaban por desarrollar una nueva, transformándose en una persona distinta. Los más entre estos raros casos se tratan de personas que recuperan la memoria en cierto grado, lo que les conduce a recuperarse a sí mismas.

Para referencia dale un vistazo al programa en el canal Sony: Samantha who? Francamente es muy bueno.

Los seres humanos mantenemos un secreto miedo al olvido: guardamos suvenires de nuestras experiencias significativas para asegurarnos de retener el recuerdo; nos halagamos cuando somos recordados, incluso cuando la otra persona no nos interesa en lo absoluto; llevamos diarios, elaboramos cápsulas del tiempo y hasta plasmamos grafitis en las paredes del vecindario. Todo con la intensión de no olvidar ni ser olvidados.

Los amigos cumplen igualmente una función similar al servirnos como testigos. Una historia se vacuna contra el olvido mientras más personas estén ahí para contarla, y para eso te reúnes con los amigos para platicar una y otra vez de los viejos tiempos. Ellos ratifican tus recuerdos y narran tu historia cuando no estas temporal o ya definitivamente presente para contarla tú mismo.

La locura llega cuando no se está seguro de poder narrar su propia historia; por eso es más fácil volverse loco si no cuentas con nadie para confirmar que tu historia es la correcta. Paralelamente, la historia del hombre solo difícilmente trasciende al recuerdo.

Ahora, para decirte quién soy yo habré de contarte mi historia, y de esa manera me describiré adecuadamente, con casi tanto acierto como puedo describirte una mesa o un martillo de carpintero. Pero no esperes que mi narración sea breve, como tampoco puedo prometerte que vaya a ser demasiado objetiva; a la postre, dado que soy yo el narrador de mi historia, lo que te cuente tendrá dos tantos de lo que en verdad pasó, cuatro tantos de cómo interpreté eso que pasó e, inevitablemente, tres tantos de cómo me hubiera gustado que pasara.

Llámalo mentir si así lo prefieres; para mi, simplemente es construir - reconstruir la narración de mi propia historia, que independientemente a mi deseo o la ausencia de éste, cambia haciéndole eco a cada sonrisa, lágrima, suspiro o carcajada que comparto con el mundo.

Así son las historias. Así son las personas. Creo que jamás concebiré obsequio más grande que el ser receptor de una nueva.

En cada narración, cada cuento o mito que incorporo a mi historia, viaja un poquito de la esencia de alguien que se me vuelve familiar, y escucharla me hace responsable de no olvidarla y contarla cuando le llegue su momento. La belleza reside en que siempre tendremos oportunidad de cooperar con la inmortalidad de alguien.

2 comentarios:

ninocrono dijo...

Wow... wow ...

Es curioso precisamente los caminos que nuestras vidas toman, un momento estamos aqui y al siguiente estamos alla. Son raras las personas que en realidad como tu, estan atentos a esto que es y que a su vez no es, a esto que fui, soy y sere... Una maestra en la prepa nos preguntó: "¿Porque escritores han escrito su autobiografía?" Y después de discutirlo llegamos a la conclusión de que lo hacían como una forma precisamente de trascender y que quedara huella de que alguna ocasión estuvieron por aqui.

Tambien comentamos que al ser la propia historia se tendia al olvido, a la exageración, a la generalización, a encontrar en lo escrito todos esos filtros que por naturaleza o forma aprendida tendemos a aplicar a nuestra vida. Aunado el hecho de que la capacidad del cuerpo humano a veces traiciona y la memoria no siempre nos es leal. Por lo que es cierto, cuando uno trata, tratamos de narrar cosas que nos ocurrieron o que vivimos, tendemos a mentir, pero no porque lo deseemos sino porque forma parte innata de nuestra realidad. Nuestro cuerpo no nos permite en realidad recordarlo todo. Ni siquiera sabemos lo que es la realidad.
De hecho supongo que lo sabes, el hecho de que al mundo compartas estas palabras, así como yo de escribirte estas otras, son formas, tuyas y mias de decir: "Aqui estoy".

Relacionado a ¿Quién somos? ¿Quien eres? ¿Quien soy? Eso de la historia me gusta mucho, historias que se reproducen a si mismas a medida que cada segundo pasa y que deja de ser en cuanto termina ese lapso de tiempo que llamamos segundo. Si estas interesado en saber quien eres, hay algo que podrías hacer, aunque tal vez implique mucho esfuerzo, pero ahi te va:

El ejercicio consiste en preguntarte: "¿Quién soy?". Al hacerlo en tu cuarto, mientras camines o mientras comas, normalmente vendra una respuesta a ti: "Soy Hernán", "Soy psicologo", vendran precisamente todas esas cosas que comentas, pero que en realidad no terminamos de ser. Preguntante una y otra vez. Llegará el momento en que tu cerebro cansado o hartado inclusive podra reclamarte tanta insistencia, pero una vez que tu perseverancia lo supere, llegaras a decir cosas como: "Soy" o tal vez dejaran de venir palabras y lleguen sonidos o imagenes. Tu continua, al final, justo cuando la mente se calle, en ese momento descubriras quien eres. Quizás inclusive hasta dejes de preguntarte quien eres. Porque para entender quien eres, debes trascender lo instintivo, lo racional hasta lelgar a lo intuitivo.

Yo lo estoy haciendo, aun no llego al final, pero bueno esta muy interesante a lo que llegas. Al final se pudiera decir que uno es y no es, un silencio te invade y en medio de la nada, descubres que eres eso y todo vivo y no vivo, a la vez.

El Guru del Avatar le dice cuando esta abriendo sus chakras:
"La mayor ilusión a la que esta sometido el hombre es a la de la separación"

Anónimo dijo...

Wow.. toda una cátedra de existencialismo..
De verdad encontré fascinante este escrito tuyo.
Tendré que releerlo.

Un saludo