¿Qué es la Posmodernidad?

La historia del conocimiento humano está organizada en etapas que corresponden a los cánones vigentes de cada época; cada canon suele tener un momento de apogeo y otro de declive con el que cede el lugar a un planeamiento nuevo que se instala en el gusto de la gente; gente de ciencia, de arte y de la gente en general. Se trata de complejos sistemas de explicaciones que tratan de darle sentido al mundo, independientemente del contexto desde el que se plantee: son paradigmas que surgen, asimilan nociones de sus predecesores, evolucionan, declinan y mueren, marcando el final de otra etapa en la historia del conocimiento. Al morir un paradigma hay ya otro listo para ocupar su lugar.

Se trata de un proceso dialéctico desde el cual las tesis previas se ven confrontadas por una antítesis, para posteriormente ambas consolidarse en una combinación de sus mejores propuestas, es decir, la síntesis. ¿Conoces a Kuhn?; según él, con el tiempo la síntesis a su vez se volverá una tesis que enfrentará su antítesis en un ciclo sempiterno tan antiguo como la humanidad. Supongamos, por ejemplo, un momento en la historia al que llamaremos La Ilustración, y que en este momento atrapado entre los siglos XVII y XVIII, el hombre culto, o ilustrado, tiende a ser observador y racional, simpatizante del pensamiento de Descartes, Spinoza, Hobbes o Newton. El hombre ilustrado desafiaba la creencia de un determinismo divino y desconfiaba de los dogmas y misterios de la fe con los que se regía la vida política; de este malestar surgió la lógica, la razón y la experiencia como pautas alternativa para entender lo más cotidiano de la vida, más allá del medieval derecho divino.

Posteriormente nace un momento distinto, llamado Romanticismo, donde hombres y mujeres promueven desde sus vidas cotidianas del siglo XIX la exaltación de los sentimientos morales, la solidaridad y el goce interior de la vida; una visión, sin lugar a dudas, más hedonista y menos pragmática que la sostenida por La Ilustración; los románticos pusieron el acento en lo que no se ve.

Posteriormente al Romanticismo le siguió el Modernismo, que reunía en su planteamiento características propias de la Ilustración pero mezcladas con la solidaridad y moralidad del Romanticismo, moralidad que, dicho sea de paso, provenía del Medioevo. Desde su visión moderna, las sociedades concebían que los elementos clave para el progreso son la razón y la observación, visión que preservamos hasta el siglo XX. El Modernismo es una especie de neoilustracionismo, pero con la fuerza que le aporta la ciencia y la tecnología para encontrar un desarrollo fértil en el arte, el folclore, la música, la ciencia, la política, la moral y demás manifestaciones de la cultura humana. Según el pensamiento moderno, el progreso  es un movimiento en permanente en ascenso hacia la meta, a través del perfeccionamiento, la conquista y los logros materiales.

Los argumentos centrales del Modernismo son el avance, la búsqueda de la esencia de las cosas y la funcionalidad, la ciencia formal y la productividad del hombre máquina.

La falla del Modernismo es que, mientras prometía que esta búsqueda por el progreso a través de la razón, la productividad y el bienestar material garantizarían el fin de la guerra, el hambre y la pobreza, en el mundo se desataban una primera y una segunda guerras mundiales, un África en inanición e incesantes golpes de estado en Sudamérica, por citar algunos eventos que desmentían lo que parecía ser el fracaso de la modernidad. ¿Cómo alcanzar el progreso si la razón no bastaba?, ¿cómo construir un patrimonio en medio de continuadas crisis económicas?; ¿cómo evitar sentirse desepcionado?

La Posmodernidad, entonces, sugirió algunas respuestas para estas y otras muchas preguntas, pretendiendo construir, o incluso deconstruir, una nueva manera de entender la realidad y el lugar de cada persona en el mundo. “Posmodernismo” es el término con el cual se trata de agrupar a una variopinta manifestación de autores en diferentes áreas, que tratan de soltarse la camisa de fuerza que es, para ellos, el Modernismo; el marco es el de una protesta contra la razón, tanto por su incapacidad para abrir nuevas salidas para el desarrollo de las sociedades, como por su debilidad teórica para sortear las crisis que se avecinan. Según ellos, la racionalización de la sociedad no conlleva ninguna perspectiva utópica; conduce, en cambio, a un aprisionamiento progresivo del hombre moderno en un sistema social deshumanizado.

La Modernidad creía que existía un vínculo fuerte y necesario entre el desarrollo de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana, pero lo que sobrevino fue el triunfo de la razón instrumental que no conduce a una realización concreta de la libertad universal sino a la creación de una jaula de hierro de racionalidad burocrática, de la que nadie quiere ni puede escapar. La posición posmoderna es escéptica: duda de la capacidad de la razón y, por encima de todo, del lenguaje que utilizamos, de la forma con la que nos comunicamos para explicarnos, describirnos o informarnos.

Si el lenguaje, la forma humana de comunicarse más allá del idioma, región o ideología, el lenguaje está dominado por intereses ideológicos, si su uso está regido por convenciones sociales y su contenido por el estilo literario en boga; no puede reflejar la realidad por mucho que lo sobreexplotemos. No por que nos comuniquemos mal o el lenguaje sea insuficiente, sino porque la realidad lo es demasiado y extremadamente múltiple (cada cabeza es un mundo, y una realidad), y por lo tanto, el lenguaje humano no es capaz de elaborar ninguna descripción objetiva; y no lo digo yo, lo dijo un tal Gergen en 1992. Tal conclusión es uno de los golpes más devastadores para la modernidad y la ciencia; en todo caso, no tiene objeto sostener que una persona tenga pasiones, intencionalidad, razón, rasgos de personalidad o cualquier otro elemento propuesto por las cosmovisiones románticas o modernistas. Todos estos conceptos están ligados a circunstancias sociales e históricas, son el producto de fuerzas ideológicas y políticas, de comunidades que se amalgaman y de las modas estéticas o literarias.

Durante la modernidad, el paradigma dominante fue aquel que describía una realidad única y asequible para todos mediante la razón. De este supuesto venía todo lo científicamente comprobado, un tipo de conocimiento de validez certificada y calidad incuestionable. Sin embargo, desde la llegada del posmodernismo, su influencia día a día va decreciendo y nos lleva a considerar una realidad subjetiva que el sujeto construye mucho más allá de un conocimiento objetivo estático y determinado. Esta concepción parte del principio de que "la realidad" es construida por el sujeto, y está dada principalmente por dos corrientes diferentes, pero epistemológicamente compatibles: el constructivismo y el construccionismo social, las cuales influyen directamente sobre la forma actual de hacer investigación y el modo en que se desarrollan las intervenciones.

El constructivismo tiene sus orígenes en el marco teórico de la Gestalt y del sociocognitivismo, los cuales consideran a las estructuras cognitivas como las responsables de la construcción de la realidad. Por el otro lado, el construccionismo retoma teorías tales como la del interaccionismo simbólico, la etnometodología y la teoría del acto social y del otro generalizado de Georges Mead, que tienen un carácter fenomenológico y hermenéutico.

Para diferenciar constructivismo de construccionismo, ayuda mucho considerar que el primero concibe una construcción individual de la realidad, ya sea por estructuras cognitivas o perceptivas; mientras que el segundo tiende hacia una construcción de la realidad por medio de la interacción del individuo con los demás. El construccionismo tiene un carácter fenomenológico y hermenéutico que considera que la realidad se construye por medio de la elaboración social de los significados a través del lenguaje, el cual, es lo que abre el camino hacia la vida y la sociedad, impregnando los objetos de significado.

Dada la importancia del lenguaje en la construcción social de las realidades, la narración (o sea, las conversaciones, los medios de comunicación, mis reflexiones conmigo mismo) es un elemento esencial para la recolección y comparación de la información que conforma realidades. Por medio de las narraciónes se puede acceder al sujeto mismo y a la realidad que le envuelve; en ella no sólo se tiene en cuenta la acción hablante de la persona, sino el lenguaje en su completa totalidad: corporal, gestual, sibólica, etcétera. Según Gergen, la narración, al ser una construcción del sujeto dentro de la interacción, pierde la objetividad de una realidad externa, por lo tanto no refleja la realidad, lo que refleja es el sentido y significados de lo que es la verdad. La verdad, entonces, posee un valor limitado, aún la verdad científica; es por esto que carece de sentido su estudio. [Fragmento del borrador de mi tesis de maestría]

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