Sutra de la identidad.

Y a todo esto, ¿Quién dices eres tú?; ok, más allá de cómo te llaman, que no me dice demasiado y mucho más allá de esas frases hechas que nos son tan comunes que han dejando de decir algo, ¿Quién eres tú? ¿Cómo defines lo que eres y, sobre todo, de que manera sientes?

Hace unos meses, cuando tomé la decisión de hacer la tesis para convertirme en psicólogo hecho y derecho, lo hice porque tenía el capricho de rascarle más al asunto de la identidad. Tiempo después, durante el desarrollo de ésta investigación teórica aterrizada en la cuestion gay, me he sorprendido ante el alcance que este sencillo concepto tiene; no sólo por su belleza teórica que, por teórico, a nadie le sirve, sino por la posibilidad que tiene para dar explicaciones acerca de lo que nadie se pregunta, pero que a todos nos mueve... de alguna manera.

Por ejemplo, ¿Te has detenido a pensar cuantas cosas tenemos seguras en la vida? O dime una verdad que sea absolutamente irrefutable.

Ok, tal vez la he puesto muy difícil. No me consta que la tierra sea redonda, pero lo creo porque eso me han dicho. Es la versión oficial. Ni me consta que Japón este en Asia, jamás he ido a comprobarlo. No estoy seguro de que Cortés, Colón y Jerónimo hayan existido, o Sócrates, o la Atlántida; pero algo que si puedo garantizar con absoluta convicción es que yo estoy aquí, escribiéndote para que leas esto. Se también que soy un hombre, que soy más alto que el promedio, más viejo que unos, más joven que otros... Y aún cuando todo en el mundo esté incierto, aunque nada sea seguro y todas mis convicciones se pudieran quebrantarse, aún así sabré que hay algo cierto a secas: que soy yo quien está ahí, tratando de entender lo que sucede.

Denme una palanca y moveré al mundo. Igual funciona con una certeza.

Ah!, pero no puede ser tan simple. Ya Heráclito decía que lo único constante en el universo es el cambio mismo. Pantha rei, todo cambia. No puedes bañarte dos veces en el mismo río, porque ese río de aguas mutables ha cambiado al mismo instante en que le has dejado atrás y, peor aún, tú dejaste de ser ese que momentos antes había entrado en sus tibias aguas. Te transformas mientras lees mis líneas, te conviertes en algo distinto al desplazarte por el tiempo, por el espacio, por las experiencias que vives.

El Tao te cambia.

Siempre una misma ecuación, pero las variables cambian, volviendo la fórmula cada vez más exacta, más perfecta, incluso mas sabia. ¿Notas tú como cambiaste de ayer a hoy? No eres el mismo, no piensas igual, ni sientes de la misma manera. ¿Maduraste?, ¿Creciste?, eso no lo se, pero has cambiado y la definición que haces de ti mismo también lo ha hecho. Tu identidad cambió y lo seguirá haciendo.

Identidad es eso que dices que eres ahorita, y aquello en lo que quieres convertirte. Un hombre soltero de mediana edad. Ese es mi caso. Sin embargo, cuando me haya casado, si lo hago, esa definición que tengo de mí ya no va a servir, y me veré forzado a abandonarla y hacerme otra que me quede bien. ¿Has notado como se siente eso? Cuando te das cuenta que lo que creías ser, ya no lo eres más.

Lo único que tenemos seguro es que somos lo que sabemos que somos; y si cambiamos deberemos de ajustar nuestra identidad, a la brevedad, hacia nuestro nuevo modo de ser y de estar. El niño se vuelve un incierto adolescente, el estudiante debe ahora buscar trabajo, el soltero ve que se ha casado, el expatriado ya no es más paisano de sus padres. En cada caso se trata de renunciar a ser lo que fuimos y transformarnos en algo nuevo, o quedarnos fingiendo que nada ha cambiado y que aún somos lo que, en realidad, no seremos más, lo que no tenemos necesidad de ser más.

Al fin y al cabo, solo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

Hay que renunciar y dejar morir la piel que ya no utilizaremos; la que nuestros padres conocieron, nuestros amigos, nuestros rivales. Pero renunciar no es sencillo, y suele doler mucho y asustar profundamente.

Eso es la identidad, un proceso de construcción, a pulso, de nuestra mayor obra: nosotros mismos. Hacia donde nos llevamos, en que elegimos transformarnos y que a pieles nos aferramos sin querernos desprender. A veces es tranquilo y paulatino, como el crecer del día con día; otras es súbito y violento, como la muerte del marido de la que a partir de ahora será viuda, pero siempre hay que dejar ir, soltar los lastres para que el peso de lo que hemos sido no nos doble la espalda y canse nuestro espíritu.

¿En qué te estás transformando ahora?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya que escoges algo complejo, ser yo , ser tú, inicialmente somos solo esa energia vital organizada en sistemas, un sistema complejo controlado por un sistema nerviosos central a gran escala y por todos los demas a nivel interno, pero el SNC es el que interactua en el mundo movilzando la materia que es nuestro cuerpo a traves de los elementos, este ser desarrolla su indentidad enfrentando sus deseos con lo que le es colocado enfrente , diferenciando lo que da placer de lo que es doloroso, de lo que se traduce en sonrisa y lo que se traduce el enojo, asi que simplificando eso somos , una fuerza vital moldeada a traves de nuestra interacción con los seres humanos y conoces mas de ti mientras mas humanos diferentes conoces que te hacen pensar, este no soy yo , ni lo quisiera ser (en el mejor de los casos) Forjamos el cuerpo y la mente enfocandonos a lo que es nuestro valor mas alto aprendido (tambien en el mejor de los casos) auque siempre habra quien se considere incompetente para lograrlo y se volvera loco . Asi que hay gente luchando por la bellea, otros por el saber, otros por el espiritu, otros mas por la voluntad, habra quien se parta la madre por amor, y es asi que nos convertimos en victimas de las carceles que nosotros mismos creamos, por supuesto sumamente satisfactorias ya que nos dan forma y nos permiten tener un sitio y existr en este instante.