Sutra del Inconsciente.

¿Te ha sucedido que alguna vez, de tanto hacer una cosa, dejas de darte cuenta de que lo haces, hasta que ya lo terminaste? Vamos, que te habituaste tanto a hacerla y lo que una vez te costó trabajo, ahora resulta sumamente sencillo.

En inicio, para realizar ese algo, tuviste que pensarla bien, quebrarte en trocitos la cabeza, aprender a hacerlo o hacer finamente consciente cada uno de los pasos para llegar a ese fin; lo hiciste una vez más, y otra después... luego de varias ocaciones, la cosa era mucho más sencilla, hasta que, llegado el momento, podías hacerlo con los ojos cerrados.

Con permiso de Freud, voy a explicarte cómo realmente es el inconsciente.

El padre del psicoanálisis sostuvo que en la mente hay dos regiones y en cada cual se realiza un tipo especifico de procesos mentales: en el Consciente pasa todo de lo que nos damos cuenta, en el Inconsciente, en cambio, todo de lo que no te enteras.

Sin embargo la cosa no es tanto así; no se trata de que tengamos un trozo de cerebro que se entera de todo y otro que no se entera de nada, la cosa es un tanto mas sencilla: un mismo proceso lineal, en una sola área, pero velado por el hábito.

El hábito no hace al monje, a menos que éste sea un absoluto inconsciente.

En el origen, cuando eres un pequeño con pañales desechables, todo lo que haces y piensas tiene su razón clara, al menos para tí. Te es evidente que la oscuridad te desagrada porque implica quedarse solo, que los niños gordos no te agradan porque te roban tus juguetes con violencia. Cada cosa tiene detrás un razonamiento absolutamente lógico que paso a paso puedes describir porque recién lo has estructurado.

Luego, irán pasando los años y esos razonamientos que al principio eran detallados y podías explicarte con precisión, ahora estan abreviados para economizar energía mental y tiempo. Te explicas las cosas pasando del paso uno al tres y del cuatro al seis, como si en las partes sencillas le subieras la velocidad a tu pensamiento.

Más años aún, y para entonces ya no estarás solo por las noches, ni habrá niños gordos que se puedan llevar tus juguetes, pero los razonamientos que de peque te servían bien y que fuiste abreviando para economizar, aún están ahí. El problema es que ya no recordarás que detalle iba en medio de un paso y otro de tu razonamiento, aún cuando sepas que hay uno que te falta entre el cuatro y el seis.

Siendo ahora adulto, no podrás encontrar la razón de porque te molestan los niños gordos y la oscuridad, y tu terapeuta te dirá que los motivos son inconscientes. Y no se tratará de que sean datos arrojados con despecho al desván de los objetos perdidos, sino que adquiriste la costumbre de pasar frente a ellos de largo, habituado a que, en su momento, fuera evidente que estaban y que seguirían ahí.

Poseemos procesos inconscientes porque podemos habituarnos a cualquier cosa, incluso al razonar. Con el hábito podemos hacer cosas sin concentrarnos en que las hacemos, así las realizamos mecánicamente, a ojos cerrados; así reaccionamos mecánicamente, aún cuando nuestra reacción ha dejado de tener sentido.

Así un peculiar adulto es ahuyentado por niños gordos, o se ve incómodo frente a su amante desnuda que acaba de apagar la luz.

La estrategia de muchos terapeutas es propiciar el que el cliente se fije en eso que pasa de largo en su proceso mental, que rompa con el hábito y vuelva consciente lo que se hizo mecánico.

La consciencia absoluta es un objetivo, incluso, de muchas filosofías orientales, mismas que tratan de convencer de que te vuelvas atento a tu modo de andar o de masticar, que te escuches como suenas cuando conversas o que te contemples frente al espejo, dándote tu tiempo para pareciar los detalles.

Dicen que la sabiduría esta en los detalles, esos que pasamos por alto porque suelen siempre estar ahí, hasta dejar de ser percibidos. Las cosas, los recuerdos, las personas o uno mismo.

La promesa a alcanzar, en caso de que cierto grado de consciencia sea logrado, es corregir la postura del cuerpo para curar dolores crónicos, mejorar nuestras estrategias de socialización, estar orgullosos de nosotros, a gusto con la piel que vestimos, reconciliarnos con lo que no nos podemos perdonar, ser activos en el proceso de nuestra propia evolución y un etcétera que se adivina en lo absoluto breve.

Vamos, solo falta que me prometan aliviar mis juanetes.

Como sea, tal vez no se trata tanto de andar quemando al santo, ni de dejarlo sin lumbre. El hábito es un recurso bien útil para economizar tiempo y esfuerzos; pero cuando el hábito nos vuelve ciegos o demaciado inconscientes de nosotros mismos o hacia los demás, entonces lo mejor será conciderar la oferta de volvernos un poco más conscientes.

1 comentario:

ninocrono dijo...

Ohhh!!!!

Je creo que no los lei todos, al parecer, me faltaba este y el último que subiste, jejejejeje.

Este esta interesante. Sin embargo el subconciente tiene su razón de ser no? Tengo entendido que al dia recibimos unas 24'000'000 señales de diferente tipo e indole, desde la presión de mis dedos contra las teclas o la suave brisa que entra sobre la ventana y rosa mi brazo. hasta el claxón que acaban de lanzar en la calle o el color azul de un día después de varios dias nublados. Millones de señales de las cuales de ser conscientes de cada una de ellas, no podríamos concentrarnos y muy probablemente nos sería imposible crear palabra alguna, pues el cerebro estaría atareado con cada señal. Por lo que como una medida de escape y una forma de guardar la esperanza, los filtros llegan y nos borran cosas que no necesitamos en el momento en que hacemos nuestras actividades. No?

Claro está que como bien dices, el poder ser consicente de lo que ocurre cuando se trata de emociones y personas es muy imporntante, para evitar que se vayan a alojar por ahi recuerdos indeseables y después uno se la pase reaccionando a los estímulos. Además que estar con los cinco sentidos, sentir, escuchar, oler, gustar y ver al mismo tiempo, es una experiencia maravillosa, la cual vivirla a conciencia puede traernos grandes momentos ^_^!